martes, 5 de abril de 2011

De algo estoy seguro. No podrá quererla como la quería yo, no podrá adorarla de ese modo, no sabrá advertir hasta el menor de sus dulces movimientos, de aquellos gestos imperceptibles de su cara.
Es como si solo a mi se me hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos.
Ningún hombre podrá ver nunca lo que yo he visto.
Ellos reales, crueles, inútiles, materiales. Incapaces de amarla, incapaces de verla verdaderamente, de entenderla, de respetarla.
Ellos no se divertirán con esos tiernos caprichos. Puede que la vean, sí, pero nunca serán capaces de amarla. No de este modo.


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